Bien lo
dice mi buen Sergio Naranjo, “el maratón se corre como venga, llueva, granice o
caigan patos asados, esa es su gracia, no es para cualquiera…”, no por nada lo
apodan “El Gladiador”. Pues bien en Buenos Aires esta frase se aplicó a
cabalidad. Estábamos preocupados pues se nos venia una tormenta. La noche del
sábado disfrutando del partido de Chile que nos dio el pasaje a Sudáfrica 2010
se ha largado una tormenta pesadísima, aguacero impresionante con truenos y
todo, esa noche la pasamos medio preocupados. A la mañana siguiente lo peor
había pasado, nos dirigimos a la partida, ya no llovía, en su lugar una fuerte
humedad y nubes nos cubrían.
Ya prestos
en la largada en Núñez, nos damos los apretones de mano de rigor, deseos de
éxito a cada uno de los compañeros y se larga el VIII Maratón de Buenos Aires
con 3700 maratonianos más 5000 que iban por los 21K.
Los
primeros 6 kilómetros de Palerlmo a la Recoleta sudaba como nunca, gracias a
Dios comenzó a soplar un fuerte viento que refrescaba, me pasan Gallardo y
Vargas (quienes habían llegado a las 3:00 AM producto del retraso de su vuelo
por el temporal, ¡durmieron 2 horas!), me voy con Felipe Benavides como hasta
el 10K, en ese punto comienza una llovizna que se incrementó minuto a minuto,
al llegar a San Telmo, se larga una ventolera de frente dura-dura, que se
prolonga hasta la Boca y Puerto Madero. Al llegar a la Marca de 21.1K paso a
Sergio Molina; luego por el kilómetro 28 el clima se hace benigno, cesa el viento,
la lluvia y las nubes aportan una rica luminosidad y frescor que me invitan a
acelerar. Duró poco, kilómetro 33 junto al río de la Plata sin protección de
edificio alguno el viento vuelve a ser problemático, en el 35 luego de un paso
bajo nivel llegamos a los Bosques de Palermo, un bello parque tipo Central Park
donde abre maravilloso el sol y comienza un calorcito que incrementó la
temperatura. A esas alturas el cansancio se comenzó a sentir pero la cercanía
de la meta subía los ánimos. Kilómetro 40, retomando la arbolada Av. Figueroa
Alcorta hacia la meta en Núñez, meta que aunque no visible por ser una larga
curva estaba a escasos 800 metros. Ya aparecían las graderías y, por un
instante, me transporté a New York, era como estar en el Central Park con mucha
gente –muchísimos chilenos- gritando y alentando. En es punto un grupo de apoyo
Santiago Runners que habían corrido los 21K me dan su apoyo, “¡dale Adrián, a los
3:12, dale!” como venía medio topado Sergio Rodríguez se me coloca en mi flanco
izquierdo, me acompaña unos 400 metros y me alienta: “vamos, alarga el paso,
levanta esas rodillas, vamos con ese ritmo, ¡vamos!”. Y valió la pena, esos últimos
800 metros desconté los 10 segundos necesarios para lograr 3:12:58 mi nuevo
record, ¡¡feliz!!!
Y no fui el
único, Pancho Olivarí gran nueva mejor marca con 3:11:45, Rafa Reyes se sacó la
espina que le clavaron los Marcianos de Rosario y con sendas 3:17:30 clasificó
a Boston con propiedad, Javier Aldunate en su primer maratón con menos de 24°C
logro una marca personal de 3:16:33 sin calambres, la Mariana bajó las 4 horas
lo mismo que Mery, y no fue por poco. Hubo 5 SR que bajaron las 3:00 (Espinosa
-el mejor con 2:53:39-, Fernández, Letelier, Gallardo y Vargas en ese orden),
otros 5 bajo 3:15 y tres bajo 3:20. Creo que fuimos el club con mejores tiempos
promedio y eso que compitieron muchos chilenos (calculo alrededor de 120).
Por la
noche fuimos al Happening de Puerto Madero. Así es la cosa, nos toco vivir las
cuatro estaciones en una mañana inolvidable y mi buen Sergio Naranjo como
veterano soldado de tantas batallas en su apreciación tuvo razón. Esta no fue
un maratón para cualquiera, de hecho ningún maratón lo es, y es eso lo que lo
hace tan especial, atractivo e invaluable.
Adrián Rodríguez
Adrián Rodríguez
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