De Isla de Pascua todos hemos oído alguna historia. Reconocida mundialmente por sus moais y el misterio que encierran, sus rituales del hombre pájaro y bellezas naturales ampliamente difundidas. Esto, querámoslo o no, genera un pre-juicio sobre qué esperar encontrar en la isla, sin embargo una vez aquí la historia es otra.
Llegué con Paulina a correr mi décima maratón invitado gentilmente por Olimpo, la Pauli iba a debutar en triatlón por lo que las expectativas eran significativas. Lo primero que me llamó la atención fueron los precios, vivir aquí por el tema logístico es caro. Lo segundo es el ambiente familiar con que te tratan los lugareños, aquí no existen términos como don ni doña, todos se tutean y cada quien sabe la historia de sus coterráneos, más que pueblo parece una gran familia. La vida transcurre sin apuro, y para un neurótico capitalino puede chocar, pero esta dinámica te va envolviendo, luego cuando la aceptas tu mente se libera de preocupaciones. Rodrigo Salas tiene un dicho, “acá en la isla los problemas no existen, están lejos y no hay nada que hacer al respecto, asi que relájense y pásenlo bien”. No puedo estar más de acuerdo con esta síntesis.
La maratón de Isla de Pascua, se corre un domingo y es parte de un fin de semana deportivo conducente al título de rey y reina de Rapa Nui. Cada prueba tiene un puntaje, el viernes es triatlón en modalidades medio ironman y sprint (el cual corrió la Pauli), el sábado 35K de mountainbike, y el domingo el maratón junto con categorías de 10K y 21K, reservándose una prueba de 5K integrativa para la comunidad. Esta variopinta lista de pruebas congrega a diversos atletas por lo que el ambiente es, deportivamente hablando, muy cosmopolita. Acostumbrado a compartir con runners, es otro cuento conversar con triatletas y bikers. En especial cuando uno de ellos participará en las Olimpiadas d Londres en agosto, me refiero a Felipe Van de Wyngard. Todos muy sencillos, disfrutando la experiencia, muy similar a una excursión scout, con camaradería y acogida. Acá más allá de la sana competencia hay ganas de pasarlo bien, esa es la motivación principal que atrajo a atletas como Juan Pablo Silva a competir solo cinco días después de haber corrido el Ironman de Florianópolis, es el espíritu de alegría contagiosa de Rapa Nui.
La entrega de números se realiza en el hotel Taha Tai, donde nos muestran las características del recorrido y puntos de abastecimiento. Atletas de múltiples nacionalidades, en su mayoría norteamericanos, chilenos y brasileños, junto a canadienses, ingleses, belgas, checos, argentinos y uruguayos, hacen de éste un evento internacional.
Lo llamativo es que pese al amplio reconocimiento y despliegue organizativo no tiene auspiciadores, pues la isla como museo al aire libre no lo permite. Es pagada integramente por la inscripción de los atletas, quienes con dicho pago aseguran implementación deportiva para los chicos y chicas de la isla. Podríamos decir que prácticamente es una carrera sin fines de lucro y con un fuerte compromiso social. Pero no por esto pierde calidad, todo lo contrario. El completo kit de competencia, tiempo chip, los grupos folcklóricos que amenizaban cada reunión, todo para y por los competidores, la transforma en una “maratón boutique”.
En lo que respecta a la maratón propiamente tal, Hernán Monckeberg ya me había comentado lo difícil del circuito, reafirmado por el comentario de Fernando Heredia, ganador el 2006, quien me contó que era "más dura que comerse una pata de perro envenenada". Luego de mi calurosa experiencia en Boston hace a penas seis semanas venía con ganas de revancha, a pasarlo bien e incluso con posibilidades de podio. Era la primera vez que estaba dentro de los candidatos por lo que agarrar ritmo me resultó difícil. Los primeros tres kilómetros son sostenidas subidas y bajadas por Hanga Roa en los cuales el pulso anduvo en torno a los 160 bpm, alto considerando lo temprano de la carrera. Ya en ruta a Anakena es todo subida, con un plano solo en Mataveri de unos 3 kilómetros. Como partimos junto a los de 21K andaba medio perdido en mi puesto, luego supe que iba en 4º lugar. A medida que uno se aleja del pueblo el paisaje cambia, áreas de reforestación con eucaliptos, zonas de bosque nativo, ceibos de flores rojo furioso y explanadas de rosados pastos que dan color al profundo verde de las laderas de los cerros, con el azul mar de fondo que te rodea, en resumen una experiencia visual impactante. Este bucólico paisaje hace más ameno el duro ascenso hasta el kilómetro 17 para luego enfilar hasta Anakena en un empinado descenso, fue en este punto que diviso al brasileño que partió rajado ahora caminando, lo paso y pienso que al menos voy 3º. Sin embargo noto que comienza a dolerme la cadera izquirda y mis piernas iban tiesas, no le di mucha importancia y me arrojé a pillar a los punteros. Cuando iba llegando al retorno me los cruzo, iba a 600 mt. el puntero y 300 mt. del 2º, pero tenía que hacer la jodida subida. En este tramo (del 21K hasta el 25K) la cosa se pone de puntitos, de hecho de mis nueve maratones previas esta fue la primera vez en que me vi forzado a caminar gran parte de aquel empinado kílómetro 24. Finalmente logro llegar al 25K pero el precio pagado en esos terribles primeros 24 kilómetros pasa la factura. Divisaba al 2º lugar a unos 2,5 minutos delante mio, pero no conseguía acortar la brecha. Cuando estaba al menos contentándome con mi primer podio en una maratón en el 35K me pasa un jovencito gringo, traté de pegarme a él para pasarlo en el remate final pero se alejó ante mi impotencia, adiós podio, nada que hacer, ¡bien ganado!. Cuando llego al pueblo me toca un viento de frente que me frenó bastante, hasta finalmente llegar a la costanera con viento de cola que hizo ese kilómetro final más llevadero. Crucé la meta en 3:42:55 cuarto lugar general y tercero en mi categoría a nueve minutos del ganador Emilio Llanquilef, corredor de la Armada de Chile. En la meta me esperaban la Pauli, amigos bikers, triatletas e incluso Felipe Anguita, esquiador elite de los años 80’s quien está incursionando en esto del running con su señora. Felicito al ganador y al gringo "you are my inspiration" me dijo, y la verdad me sentí super bien, de hecho había llegado saltando de alegría cuan cabro chico. Ya en mi hotel y luego de una reponedora siesta me fui con la Pauli a zamparme una deliciosa pizza de mahi mahi con su respectiva cerverza, después fuimos a la premiación donde nos entregaron mi medalla de 3º puesto en maratón y 1º en triatón sprint para la Pauli en nuestras respectivas categorías. Los reyes de Rapa Nui este año resultaron Sergio Meza (Team Bustos) y Pamela Tastest (Timex). Terminamos bailando pascuense en el espectáculo de cierre del gimnasio municipal. Para finalmente partir al restaurant Kamahau en una larga mesa compuesta por la gente de Trichile, Team Bustos, bikers y Santiago Runners disfrutando de la grata compañía y del famoso atún de Isla de Pascua.
A modo de epílogo y después de vivirla por seis días, puedo decir que Rapa Nui es más que moais y mitos, es su gente, siempre dispuesta a ayudar. Amable al darte un dato o un aventón, ansiosa por compartir historias, genuina al entregarte una sonrisa o al preguntarte cosas con la curiosidad de un niño. Gente recta, que vive el día a día en un entorno privilegiado a 3000 kilómetros del lugar más cercano. En medio del océano, un oasis de humanidad. Esta maratón me brindó la oportunidad de ser parte de ello, por lo que le estoy profundamente agradecido, !Maururu Rapa Nui!.
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