A seis años de mi NYC Marathon


Estoy sentado en el living tomando desayuno, es domingo por la mañana. Es muy poco habitual para mi, pues normalmente estoy entrenando, o bien desayunando en la pieza del televisor. Sin embargo, hoy cae una densa llovizna y la vista desde el balcón es cautivante.
En nuestro revistero, el cual no actualizo hace mucho tiempo, se asoma una revista del SR, en cuya portada aparece De Gregorio con Erwin Valdebenito. La comienzo a ojear, y recuerdo que ya van a ser seis años desde que corrí NYC por mi club. Aparecen fotos de amigos, y relatos de Sergio Mujica. Recuerdo lo asustado que estaba en la salida y la ayuda de Claudio Herrera (¿qué será de él?). Esas cervezas y salidas con Manuel, las caminatas con la Pauli, Pancho y la Jesu. 
Me veo más rellenito, ya han pasado seis años y mi cuerpo tiene un par de kilos menos y muchas mitocondrias extra, ya llevo 10 maratones y estoy más maduro como runner, más eficiente.
Nunca he escrito algo de Nueva York, pues en ese entonces no había desarrollado la habilidad ni la necesidad de escribir reportes sobre mis carreras. Lo que puedo decir es que recuerdo muy poco de esa experiencia. Sé muy bien que pasé frío en esa larga espera pero me reí harto con las ocurrencias de Pedrasa y Oyarce, antes de partir a los corrales me ofrecieron ungüento Bengay y me puse tanto que ardía en mis partes nobles tras pasar al baño (inexperiencia). En la partida no escuché nada y lo único que pedía era no sufrir otro encuentro con el “viejo del palo”, trauma de mi debut en Chicago el año anterior. Iba tan absorto en no morirme que sólo atiné a mirar el paisaje después del puente Queensboro. Esa bajada por la 1st Ave. es inolvidable, ha de ser la experiencia más increíble de maratón que he vivido. Explosión de vítores y una calle de seis pistas en bajada, es como marcar un gol en el Bernabéu.
El Central Park y esa sensación de tener el control, de no haberme trenzado a puños con el maldito “viejo”. Pese al ondulante recorrido, saber que ya había ganado.
Me dejó varias buenas sensaciones. A decir verdad no se si hubiera seguido corriendo ante otro palazo en la cabeza como el de Chicago, pero a partir de esa maratón supe que me la podía, que podía mejorar. 
Espero volver algún día para correrla con mi señora y la Vale para tener una experiencia familiar, ahora como un runner veterano, y poder contemplar todo lo que no pude por aquella aprehensión al dolor.







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