La ciudad de Rosario es una Buenos Aires a pequeña escala.
Comparado con la mega urbe bonaerense, los 1.6 millones de habitantes de esta
ribereña ciudad puerto y ese pueblerino estilo acogedor de sus ciudadanos la
dota de un encanto muy particular.
Ya había estado dos veces en Rosario, ambas en la misma
fecha, la última semana de junio. Fecha en que se celebra el Día de la Bandera
Argentina que nació en esta ciudad. Es esta fecha la que eligieron en 2002 para
realizar la primera Maratón de la Bandera que es el nombre oficial de la
maratón rosarina. De ese tiempo a esta parte se ha desarrollado
ininterrumpidamente, pese a los vaivenes de la agitada agenda política
argentina (corralito, huelga de los agricultores, la crisis de la soja, etc).
Más aún, la participación ha crecido sostenidamente desde aquellos primeros 750
corredores, hasta llegar a ser una de las 5 maratones más concurridas de
Sudamérica con 2400 competidores (solo mil menos que la maratón de Santiago) y
de países de todas las regiones del mundo. Con todo, no invierten en promoción,
la organiza la Asociación Rosarina de Atletismo, la cual es sin fines de lucro.
¿entonces cómo han hecho para lograr este crecimiento y difusión?, La respuesta
yace en la recomendación de boca en boca por quienes la han corrido y
disfrutado.
Así fue como llegué mi primera vez el 2008, junto a un grupo de cuatro
amigos maratonistas. De hecho, me fue muy bien. Era mi tercer maratón, bajé de
3:15 clasificando a Boston por primera vez, y me enamoré de Rosario. Tanto que
en 2011 fui en calidad de barrista de mis amigos maratonistas. Lo pasé tan bien
que me dije “en vez de estar viajando a correr tan lejos, con todo ese
desgaste, ¿por qué no volver a correr por mi querida Rosario?”
Me preparé muy bien, se me dio un entrenamiento muy fluido,
y me tomé esta carrera como saliera, por solo el placer de correrla sin metas
altas de tiempo.
Tras agradable vuelo con escala en Buenos Aires llegué al
aeropuerto rosarino y 40 minutos mas tarde ya estaba en la habitación de mi
hotel con mi señora quien iba por su 7ª maratón y primera en Argentina. ¡Qué
diferencia llegar tan descansado!
El viernes por la mañana fuimos a retirar nuestros números
al Centro Deportivo Belgrano. Un modesto gimnasio a pasos del Monumento a la
Bandera pero festivamente ataviado por tiendas deportivas típicas de las ferias
maratónicas. Me encontré con amigos como Rolando Dal Lago, Subsecretario de
Deportes de Rosario y personajes como Horacio Kapellu, abogado de 77 años,
ideólogo y fundador de esta maratón. Sumado a que más tarde llegaron seis
compañeros maratonistas de mi club, pues me sentí como en casa.
No todo fue color de rosa, anduve con una contractura
inguinal que sólo cedió a los antiinflamatorios y guatero el día sábado, pensé
“que diablos, si me tira mucho por último me salgo en el kilómetro 16 que está
cerca del hotel”, ese tipo de licencias tres años atrás era impensado, pero a
todo runner le llega la madurez. Está bien tener una voluntad férrea para
completar un maratón pero no a costas de lesionarse y perder meses en
rehabilitación. Un consejo de un amigo, “lo más importante en una maratón es
pararse en la línea de salida sano”, uno no saca nada con completar
entrenamientos de 100km semanales si al momento de partir está lesionado.
Domingo 30 de junio, 9:00 AM. Dia ideal, cielo parcial,
temperatura por los 12ºC y poco viento. Me encajono en el primer corral con
Carlos Gallardo ¡y a correr se ha dicho!. Parto a ritmo prudente (yo corro por
pulso) chequeando cómo respondía mi ingle y ya en el primer kilómetro me
suelto, atravesamos un túnel donde un bandoneón toca tango (se me erizan los
pelos de emoción), subimos por la elegante Av. Oroño hasta el parque del
Hipódromo donde en el kilómetro 7 está el Coloso Marcelo Bielsa (estadio de
Newell’s Old Boys). Es un gran parque, de añosos árboles, muy bonito. Salimos a
Av.Pellegrini (no creo que sea por Don Manuel, jeje) en dirección al río Paraná
el que divisamos tras bajar el Parque Urquiza en el kilómetro 15. Hago un
chequeo interno y todo en orden, a seguir.
Entre los kilómetros 16 y 21 se corre por Av. De la Libertad,
la cual tiene porciones de grandes adoquines. En ese punto me anduve
contracturando un gemelo y me reclamó mi isquiotibial izquierdo. Decidí no
forzar el ritmo y tratar de sacármelo al pasar los kilómetros.
En el kilómetro 21 se vuelve a pasar por la partida y se
enfila hacia el norte paralelo al río es una zona muy plana hasta llegar al
estadio de Rosario Central (28Km) donde se sube una autopista y se aprecia el
Paraná en toda su majestuosidad “que maravilla, qué privilegio correr aquí”, le
dije a un corredor que estaba junto a mi. Luego se avanza hasta el kilómetro 30
para retornar.
Ya en los últimos 12 kilómetros me decidí a forzar un poco
la marcha, en el 32K me pasa un corredor del Club Halcones de Uruguay a buen ritmo, “a esta
micro me subo”, me dije. Lo seguí hasta el 35k donde se ingresa a un parque
junto al Mall Alto Rosario, en el 36K lo paso y le digo “compadre ya me
tiraste bastante, ahora es mi turno, yo te tiro”. Comienzo a acelerar, sin
proponérmelo acelero a 4:10 min/km. Me doy cuenta que mis piernas estaban
frescas y el fuelle me daba para un gran remate. “¡Cielos, parece que voy a
bajar de 3:05!”, pensé.
Al salir de este parque quedan poco más de cuatro
kilómetros, el 40 tiene una pendiente no muy pronunciada pero pendiente al fin
y al cabo. Llego a la “cima”, luego un plano y comienzo a bajar, el último
kilómetro tiene 400 metros de gran bajada, lo que permite realizar un buen
remate final. Le doy con todo lo que tengo, a 300 metros de la meta diviso el
reloj, ¡vamos 3:03 que se puede! Cruzo la meta en 3:03:37. Lo conseguí, ¡bajé 9
minutos mi PR! Después de 10 maratones y cuatro años intentando bajar de 3:10.
En la meta mis amigos, me abrazo con Carlos Gallardo quien había llegado diez
minutos antes y con Sebastián Letelier quien operado de meniscos no pudo
correrla pero fue a hacer barra. Con endorfinas a mil, puras risas. De pronto
se me acerca un corredor que había pasado en el 38K y me dice “hey te felicito,
¡que remate de la puta madre te mandaste chileno!”, eso fue lo que me dejó más
contento. Un corredor del mismo nivel me congratula por mi estrategia de
carrera, lo que refleja que la corrí muy bien.
Nos quedamos alentando a los corredores, esperando la
llegada del resto del grupo. Fui a buscar a mi señora para acompañarla los
últimos metros de la carrera. Linda experiencia. Finalmente y luego de
ducharnos nos fuimos a almorzar pizza, brindamos con cerveza alegremente
esperando la premiación. Rosario es la única maratón que se tenga conocimiento
que premia con copas a los 42 primeros por categoría. Seis chilenos logramos
ese honor. Es interesante cómo motiva ese hecho. El mismo Kapellu me contó que
muchos maratonistas de regiones argentinas vienen a Rosario con el objetivo
principal de llevarse una copa.
Concluyendo, Rosario es una maratón bien organizada,
certificada tanto por la IAAF como por la AIMS (lo que la hace válida para
calificar a Boston, tal como Santiago y Buenos Aires). Se corre al final del
primer semestre por lo que se puede entrenar en una época del año sin afectar
las vacaciones de verano con el costo familiar que implica. Queda cerca, el
clima es templado, sin la humedad de Buenos Aires y el circuito es bastante
plano. Por todo esto es una excelente opción para ir a correrla. Puede que seas
el siguiente maratonista en ir, tener un affair y, al igual que yo, enamorase
de Rosario.
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