Chicago para mi siempre ha sido evocador. Una ciudad con chapa de leyenda, con mil historias que se pasaban en peliculas y dibujos animados cuales veia de niño. Cuando me inicié en esto del maratón tuve que elegir una ciudad para debutar y como todo principante Nueva York era la ruta lógica. Pero los consejos de una amiga veterana en estas lides, por lo duro del circuito neoyorquino, nos hizo decantar por una mejor opción: Chicago nos pareció perfecto.
De equella ocasión han pasado diez años, un tiempo clave para un maratonsita pues según lo expuesto por Antonio Postigo, en un charla por allá en 2008, la madurez de un corredor de fondo llega a los diez años. Es por esto que debía optar por una carrera adecuada para celebrarlo y Chicago surgió como una opción perfecta, el cierre de un ciclo.
Había venido en 2011 al Congreso Norteamericano de Ortodoncia, y la sonrisa desde que bajé del avión hasta que me fui no me la borraba nadie de la boca. Allí me di cuenta que esta ciudad sacaba lo mejor de mi, hermosos momentos surgían en cada rincón y la costanera bordenado el lago me invitaba a correr todos los días tras el trabajo, con la entretenida vida nocturna más pausada que la vibrante NYC. En estas condiciones decidí que Chicago sería la ciudad donde finalmente bajaria las tres horas en maratón. Me ofrecía todo: circuito plano y conocido, clima fresco (de no mediar nada raro), ambiente y gente amable, gratos recuerdos y experiencia. Era aquí y ahora.
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Paulina en la Magnificent Mile |
Mis entrenamientos salieron muy bien, de hecho el periodo base me entregó una gran forma fisica con un record personal de 1:27:12 en los 21K de Córdoba justo antes de comenzar mi programa. Esta vez me esforcé en superarme en cada entrenamiento, lo cual logré. Me preocupé de mis niveles sanguineos de cortisol, testosterona, hematocrito, tiroides. No quería dejar ningún cabo suelto. De hecho descubrí que tenía una gran baja de testosterona la que pude recuperar con suplementos y horas de sueño.

Al llegar a Chicago tuvimos problemas con las maletas, pero fue secundario, lo importante es que llagamos bien, buen hotel cerca de la meta. Expo el día siguiente, todo perfecto. El clima iba a estar rico, despejado con 12 a 15 grados y humedad moderada para la carrera (aunque yo prefiero entre 8 y 12, es cuando mejor rindo). Me levanté temprano, desayuno liviano, café, pasadas al baño y el calentamiento lo hice en la cuadra frente al hotel, el mismo ritual previo a mis entrenamientos. Noté qe las piernas las sentia livianas y con buena respuesta, estaban prendidas, buena señal.
Ya en el corral me senté a esperar, poniéndome de pie para el himno gringo. Tras 15 minutos estaba corriendo por las calles de mi querida Chicago. Lo mejor fue la salida, pues entre corral y corral daban unos segundos, yo en primera fila del corral B salí despejado a ritmo de inmediato. Mi plan era simple, correr por sensaciones, chequear el reloj en el 5K para ver mi ritmo, no pasarme de 155 pulsaciones y tener como objetivo el grupo pacer de 3:00 horas que partió un minuto antes en el corral A.
Ya en 3K pille al grupo pacer de 3:05 y en el 5K cuando mi reloj marcó 20:44 me ubiqué a 20 metros detrás del grupo de 3:00.
De allí en adelante me mantuve a ritmo cómodo, con un pulso siempre entre 154-155. Llego al 21K y calculo que estoy por debajo de la hora y media. Cuando llego al Estadio de los Chicago Bulls en el 24K -tramo que sufrí la primera vez que la corrí- me sorprendo con lo fácil que habia estado todo. Al llegar al 29K donde entregaban los geles de repente recibo un codazo en el brazo "ups! sorry" me dice un gringo, "don't worry" le respondo cuando al girar mi cabeza veo a los pacers de 3:00 horas, ¡¿En qué momento los pase?! sorprendido me sumerjo en medio del grupo con mi pulso en impecables 154 pulsaciones. Saqué calculos y me dije "Dios mio voy a lograr 2:58". Me mentuve con ellos pasado el 30K y tras un puesto de agua se me alejaron un poco, cuando pillo a Javier Aldunate, lo aliento y sigo a paso firme. "si pille a Javier, que va para menos de 3:00 estoy muy bien" pensé, reforzando mi idea: "¡vamos que estás para 2:58!"
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Kilómetro 30 |
Kilómetro 35, faltan siete kilometros y un reloj me indica que tengo casi 30 minutos para bajar de tres horas. Me emociono pensando en la Paulina, en que podré cumplirle, en lo contenta que se va a poner y sostengo firme mi zancada, llegó a la milla 23 y lo mismo, faltan cinco km, lo tengo, veamos cuanto puedo recortar, mis muslos adoloridos Feldene Flash para evitar sorpresas. ¿Viento? que importa, ¿Cansancio y dolor? irrelevante. Finalmente llego a Michigan Av. en Bronzeville a 3.5 kilometros de la meta entusiasmado cuando me doy cuenta que el letrero con la milla 25 no aparecía nunca. En eso observo un cartelito que decia 40K, poco mas allá 25 Millas y un reloj 2:53 ¡No puede ser! dos kilomeros 200 metros en 7 minutos. Deseperado corro todo lo que puedo, me pego a dos minas que iban lanzadas, llego a Roosevelt Road, cartelito con 400 mt, subo esa colina de 100 mt antes de doblar a la izquierda por Columbus Drive, cartelito de 300mt, veo la meta literalmete cierro los ojos y pico, pico todo lo que daban mis piernas y pulmones. Cruzo la meta mirando al cielo donde su ubicaba el cronometro 3:03:14, en mi reloj 3:02:01. Y cominezan a brotar lagrimas, un llanto suave pero intimo. "no pude, no pude, Dios no pude" Me desmorono espiritualmente por un momento, imaginé a la Pauli, todo lo que entrené, mis esperanzas, las suyas también. Nunca antes en mis 15 maratones previas habia llorado en una meta, esta fue la primera ocasión. Ahora sé a qué sabe el dolor de la derrota. Pese a haber bajado mi PR en más de un minuto, nada importaba. Solo queria abrazar a la Paulina.
Me toman fotos, yo con muecas de sonrisa (no mostré nunca mi sonrisa amplia típica de mis anteriores maratones) me pasan una cerveza bebo la mitad del vaso con desgano, lo boto y sigo hasta que veo a la Pauli, la abrazo. "Perdón, pero no pude" y la abrazo fuerte. Me consuela, me dice que no importa, que ya lo voy a lograr que esta orgullosa de mi y me serena.
Recibo los cariños y saludos de mis amigos por Whatsapp y Facebook, me recupero animicamente y descubro algo que había perdido, mi llama interior: "Nunca mas quiero volver a sentir esa sensacio despues de un maratón" y tendre eso presente en cada entrenamiento, cada vez que flaquee en un intervalo el dolor de ese trabajo nunca se comprará con aquel dolor en el alma de la meta en Chicago.
Esta será la carrera en que viví intimamante lo que es una "derrota" y me dará las herramientas para mejorar. Ahora veo claramente el significado de los que significa la frase "de las derrotas se aprende y se sale fortalecido".
Ya tendre mi revancha y se lo podré dedicar a la Paulina y a todos mis amigos con mi gran sonrisa, de oreja a oreja, esa que no pude esbozar en mi amada Chicago este 2016. Mi decada como maratonista resulto en mi renacer.
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