Mañana será mi último largo de 26K con miras a la Maratón de la Bandera en Rosario.
Mi entrenamiento ha sido uno de los más "liberales" que he realizado, pero no por eso ha carecido de organización. Durante el 2º semestre de 2012 voluntariamente no conté con entrenador, pues quería correr sin estructura alguna, ustedes comprenden que después de 6 años de compromiso mutuo llega un punto en que necesitas espacio y "no cumplir" con un entrenamiento, si no solo correr por placer.
En ese momento sufrí muchos cambios laborales y la temida crisis de los 40's se comenzó a manifestar implacablemente. Así que hice lo único que me daba sensación de control, corrí tanto como pude, lo más seguido posible y cuando quería agregaba largas sesiones de bicicleta frente al televisor como queriendo escapar de lo que se me avecinaba. Mi válvula de escape, llegué a realizar 9 horas de actividad física semanales. El 2013 se asomaba amenazante, mi libertad iba a coartarse drásticamente (al menos eso pensaba).
Al comenzar mi entrenamiento para Rosario en marzo de 2013 tenía una considerable base aeróbica que me había permitido correr los 21K de Costa Pacífico en 1:29:53 y varios 10K por los 41 minutos. Estaba comenzando mi romance con las zapatillas Newton y mi libro de cabecera era Hansons Marathon Method, método que venía estudiando hace un par de años y seducía.
Comencé con los ritmos de programa retomando mi coach, me sentía bien, seguí así por un mes y en un control de 5K me di cuenta que no había mejorado nada respecto a otro tomado en enero de 2013. Allí aparece en escena mi amigo, consultor y en algún sentido mentor desde Berlin 2011: Seba Letelier.
Ya había leído en muchas ocasiones que para correr más rápido había que entrenar la velocidad, los atletas keniatas entrenados por Renato Canova hace años que vienen haciendo una carga de velocidad y potencia en los primeros dos meses de sus programas para luego hacer trabajos específicos de paso de maratón los siguientes dos meses antes del maratón. El Seba y yo estabamos en la misma frecuencia. Y adaptamos un programa con velocidad y trabajo de umbral, pura potencia pero dos veces por semana, el resto solo volumen, 85K semanales. Como eran dos entrenamientos de calidad podía programarlos, calentar y enfriar con mucha calma y el poco tiempo que me dejaba mi nuevo trabajo lo podía correr a ritmos suaves y aeróbicos muy convenientes. La angustia de fines de 2012 comenzó a desaparecer.
Antes de comenzar mi último ciclo de afinamiento paso de maratón decidimos ir con Paulina a correr los 10K de la Armada en Viña del Mar. No iba con muchas expectativas, si hacía 40' quedaba muy conforme, después de esos 10K pegados en 41' y esos 5k sin mejoras estaba dubitativo.
Comenzó la carrera partí rápido pero mis parciales eran los mismos de siempre, llego a la mitad del recorrido y me doy cuenta que está mal medido, así y todo me motivo para pillar a una jovencita de Nike Running Team y llegar decorosamente. Cruzo en 37:08 mi reloj marca 9.1K, hago los cálculos: lo mismo 40:47''. Qué diablos, pienso, "es lo que tengo". Cuando llega Pauli y me dice "sí, fue mas corta, mi Garmin me marcó 9.6K", "¿qué, cómo, cuánto? entonces hice 38:50'', ¡bajé de 39 minutos y por mucho!" impactado pero feliz, bajar de 3:10 estaba más a mano que nunca, y lo más importante, mi entrenamiento pagó con creces.
Ahora, luego de 2 meses de afilado mis ritmos de maratón han viariado entre 4:18 y 4:26 m/km, sin agitarme, con pulsos bajos. El último largo me salió en 4:19m/km y 149 pulsaciones cuando mis maratones las corro en 160 pulsaciones. Mañana será mi último largo de 26K, llegaré a un peak de 96K y salga bien o mal ya no me importa. El camino hacia este maratón ha sido tan iluminador que ha valido la pena el solo recorrerlo. El tiempo de Rosario será una anécdota, importante por cierto, pero no me irá el sueño en ello. Que no hay maratón sencilla, la vida hay que tomarla como viene y tengo que darle las gracias por haberme dotado de la capacidad de correr.
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